Nuestra historia: un sueño que nació en la selva

En el corazón verde de la selva de San Martín, donde el canto de las aves se mezcla con el murmullo del río y el aroma a tierra húmeda después de la lluvia, nació nuestra historia.

No empezamos con grandes máquinas ni con un taller brillante. Empezamos con lo que teníamos: dos manos dispuestas a trabajar, unos cuantos sacos de cacao seco al sol y un sueño más grande que cualquier obstáculo.

En aquellos días, el calor de Tarapoto no solo maduraba el cacao; también templaba nuestro carácter. Las condiciones no eran fáciles. Las oportunidades parecían escasas y los recursos, siempre justos. Pero ahí, entre los surcos de cacao y las tardes interminables, vimos una luz: la posibilidad de transformar ese fruto noble que la selva nos regala en algo capaz de cruzar fronteras y conquistar paladares.

La primera vez que molimos el cacao, lo hicimos con un molino artesanal para hacer tamales, cuidando cada gramo como si fuera oro. Y quizá lo era, pero un oro distinto: un oro que no brillaba, sino que alimentaba; que no se guardaba, sino que se compartía.

Así comenzó nuestro viaje. Entre risas, cansancio, manos asperas manchadas de chocolate y el firme propósito de honrar la tierra que nos vio crecer y mejorar las condiciones de la Familia. Cada tableta, cada trozo de pasta de cacao que elaboramos lleva dentro nuestra historia, el trabajo de nuestras familias y el espíritu persistente e indomito del selvático del Perú.

Hoy seguimos soñando, pero ya no soñamos solos. Cada persona que prueba nuestro cacao se convierte en parte de esta aventura. Porque no vendemos solo un producto: compartimos una herencia, un pedazo de selva y un testimonio de que, incluso en medio de la adversidad, el trabajo y la pasión pueden transformar cualquier destino.

De la selva para el mundo. Así es como empezó todo… y así es como queremos que continúe, que nuestros productos, Verselia, sean una caricia para tus sentidos.